martes, 3 de junio de 2008

SE BUSCA UN NUEVO PERÚ

por Christian Villegas

Cuatro personas echadas hacia un lado del escenario, uno intenta levantarse, el otro no lo deja, la interacción entre ellos es cada vez más violenta, se levantan con dificultad. Al otro lado del escenario, un niño desenreda los nudos de una bandera peruana que puede ser la de cualquier país. Todos quieren llegar, ninguno deja avanzar. Cada paso de uno implica un retroceso del otro. Cada avance de uno implica una lucha con el otro. Pausa. Respiras. La lucha es por dentro.

Para entonces la música ya te ha envuelto: Una muy buena mezcla compuesta de chelo, guitarra, cajón, voces, guapeos, y ritmos criollos que en el fondo son variaciones de temas tradicionales pero deformadas por efectos de sonido que le dan sentido y carga dramática a la obra.

Despiertas, te sientas, te vuelves a echar, te levantas, piensas, te mueves, respiras, te gana la pereza, no importa, igual estás vivo, ¿qué es estar vivo? Trabajar, descansar y darte tus gustos, al parecer de eso se trata la vida, ¿pero qué pasa contigo?

“Así somos todos ustedes” reza el título de este espectáculo de danza-teatro que presentó la agrupación “Se busca – Escena Independiente” bajo la dirección de Pepe Santana, en el Auditorio de la Municipalidad de San Isidro del 29 al 31 de mayo como parte de sus actividades para recaudar fondos en vistas a su próxima participación el V Festival Internacional de Danza Red Serpiente, con sede en la ciudad de Morelia, Michoacán (México).

La obra desarrolla la relación entre los espacios personales y los espacios sociales y nos invita a reflexionar acerca de ciertas actitudes negativas que tomamos algunas veces tanto en nuestro espacio íntimo como cuando interactuamos con los demás, tomando en cuenta nuestra realidad como ciudadanos peruanos.

Caminas y apenas la gente se mira y si se miran lo hacen con indiferencia, cada uno anda en lo suyo. Ya no sabes que pensar ni que sentir. De pronto uno señala al otro y a otro y a otro: es el dedo acusador que echa la culpa sin asumir su propia responsabilidad. ¿Cuántas veces encontré situaciones así? Cuando los bailarines parecen darse la mano para ayudarse, uno de los dos termina en el suelo y el juego se repite interminable como una cadena de revanchas. Al centro aparece el niño observando este panorama que pasa por delante de sus ojos, de pronto saca una bolsa de caramelos, de pronto saca una bolsa de terocal, de pronto la oscuridad es total...

Una de las virtudes de la danza-teatro es la mezcla de códigos tanto a nivel corporal como a nivel gestual y en este sentido es interesante la incorporación de los códigos de barrio y los comportamientos urbanos agresivos que demuestran un trabajo de investigación de parte de los bailarines y del director, así como también la manera como han incorporado los pasos de nuestros bailes típicos a las coreografías, especialmente esos pasos de tondero y marinera que llevan un sello netamente peruano. Todo lo cual se ve reafirmado por la presencia actoral del niño que abre otro plano de significados.

Hay otras imágenes más que se escapan, como la relación de pareja que en esta ocasión interpretaron Melvin Quijada y Jackeline Quino, y también el solo de Verity Vélez de Villa cuyo dedo compulsivo llegó a desesperar a más de un espectador. Interesante la carga sexual que tienen ambas escenas sin llegar a ser tan explícitas. Ambas coreografías merecen una nota aparte.

Al final de la obra, los cuatro bailarines se limpian diversas partes del cuerpo con un pañuelo que es en realidad una banderita del Perú, imagen que me imagino habrá escandalizado a los más tradicionalistas y es que la obra es un cuestionamiento de nuestra llamada "tradición", y de las actitudes que encontramos a diario, imagen muy negativa de lo que somos por cierto, porque no soy de los que creen que así seamos todos nosotros, pero hay gente que sí y les gusta porque han aprendido a crecer de esa manera. En este sentido la obra es un paso importante para desaprender aquellas cosas y darnos cuenta de que no sirven de nada si queremos lograr una vida mejor.

Me llamó la atención que al final del espéctaculo los bailarines no salieran a recibir su aplauso. Como diría el director, era un poco rochoso que después de limpiarse el cuerpo con la bandera peruana salieran a que los aplaudan. A eso le llamo tocar carne: cuantas veces los peruanos terminamos aplaudiendo cosas que en el fondo eran una ofensa para todos nosotros, cuantas veces...

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