domingo, 4 de octubre de 2009
Las verdugas al acecho
Por Christian Villegas
Como parte de la III edición del Festival de Danza Independiente 100% Cuerpo organizado por Komilfó Teatro en coordinación con la Alianza Francesa de Lima, Andanzas, la Escuela de Danza Contemporánea y Movimiento de la PUCP, presentó del 24 al 28 de setiembre "Altas mujeres encorvadas", fruto de un cuidadoso laboratorio de creación e investigación hecho por los alumnos de los niveles más avanzados bajo la dirección de Mirella Carbone.
La obra es una propuesta de danza-teatro que gira alrededor de los dilemas de una chica, interpretada por Lorna Ortiz, por bajar su exceso de peso: la balanza como juez, la obsesión por los ejercicios, la nostalgia por recuperar la figura que tenía cuando era más joven, el miedo a verse a sí misma, el miedo a no sentirse aceptada por los demás, la refrigeradora como amiga donde encuentra un refugio y también como enemiga de donde salen todos los fantasmas que la acosan con diversos platos de comida.
Estas imágenes, que parecen salidas de una pesadilla, es la excusa para abordar todos esos pensamientos y costumbres de los cuales uno cree que no puede huir. Altas mujeres encorvadas se elabora sobre las prisiones internas que crea cada mujer frente a los valores que les inculca la sociedad actual, la cual las exige y somete a presiones de diversos tipos llegando a socavar su libertad personal.
Si hay algo que merece destacar de esta obra es la manera como el grupo ha logrado personificar, en la figura de los cocineros, los distintos roles de verdugos que asumen las figuras paternas junto a los propios verdugos que elaboran las mujeres dentro de sí mismas, con todo el maltrato, la prepotencia y los abusos que estos suponen.
Incluso el papel de verdugo que juega la misma mujer cuando se pone del lado de los ideales masculinos de belleza que dicta la sociedad. Las altas mujeres encorvadas que le dicen a una chica como debe vestirse y que la llevan al quirófano a hacerse la cirugía plástica o la anunciante de productos de belleza de mirada maquiavélica son un reflejo de esto.
Pero la obra no se queda ahí: toca además esas cosas que nos inculcan desde chicos y que instalan en el subconciente una serie de miedos, un ejemplo de esto es la personificación de las figuras de Hansel y Gretel en relación a la mesa, espacio de interacción entre padres e hijos a la hora de la cena y espacio donde los niños se reúnen a jugar, los cuales, desde pequeños, son inculcados a consumir comida chatarra.
De todas las imágenes dos son las que más se han quedado grabadas en mi retina:
La primera, una gran caja en la que está metida Tatiana Vizcarra y como Andrea Pimentel se introduce en ella y la empuja a salir fuera de su encierro, reflejo de la cárcel instalada en el subconciente de la mujer y del encuentro consigo misma y con su alma, la parte que no necesita vestir un traje para ser valorada.
Los personajes de la otra imagen remiten al cuento El soldadito de plomo: una bailarina semidesnuda viste su traje de ballet, mientras los bailarines mutilados que descansan a su alrededor se levantan para encontrarse a sí mismos y recuperar, entre muestras de cariño, aquellas partes que nunca habían perdido.
¿Puede uno mirarse en el espejo y aceptarse tal cual es? ¿Hay alguna comodidad en el encierro? ¿Por qué no abrir la puerta y mostrar lo que hay dentro de ti?
Estas chicas abren sus puertas para darnos una respuesta...
Intérpretes: Adriana Arrunátegui, Anita Chung, Maite Cortez, César Gólac, Andrea Pimentel, Laura Santa Cruz, Pamela Santana, Tatiana Vizcarra y Fernando Castro con la participación especial de Lorna Ortiz y la asistencia coreográfica de Renzo Zavaleta.
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