Aquí un extracto de la performance de Katerina y Alexandra Illescas en la última varieté del CAE - Círculo de Artes Escénicas- de la Universidad de Lima, el pasado 12 de junio.
sábado, 28 de junio de 2008
martes, 3 de junio de 2008
SE BUSCA UN NUEVO PERÚ
por Christian Villegas
Cuatro personas echadas hacia un lado del escenario, uno intenta levantarse, el otro no lo deja, la interacción entre ellos es cada vez más violenta, se levantan con dificultad. Al otro lado del escenario, un niño desenreda los nudos de una bandera peruana que puede ser la de cualquier país. Todos quieren llegar, ninguno deja avanzar. Cada paso de uno implica un retroceso del otro. Cada avance de uno implica una lucha con el otro. Pausa. Respiras. La lucha es por dentro.
Para entonces la música ya te ha envuelto: Una muy buena mezcla compuesta de chelo, guitarra, cajón, voces, guapeos, y ritmos criollos que en el fondo son variaciones de temas tradicionales pero deformadas por efectos de sonido que le dan sentido y carga dramática a la obra.
Despiertas, te sientas, te vuelves a echar, te levantas, piensas, te mueves, respiras, te gana la pereza, no importa, igual estás vivo, ¿qué es estar vivo? Trabajar, descansar y darte tus gustos, al parecer de eso se trata la vida, ¿pero qué pasa contigo?
“Así somos todos ustedes” reza el título de este espectáculo de danza-teatro que presentó la agrupación “Se busca – Escena Independiente” bajo la dirección de Pepe Santana, en el Auditorio de la Municipalidad de San Isidro del 29 al 31 de mayo como parte de sus actividades para recaudar fondos en vistas a su próxima participación el V Festival Internacional de Danza Red Serpiente, con sede en la ciudad de Morelia, Michoacán (México).
La obra desarrolla la relación entre los espacios personales y los espacios sociales y nos invita a reflexionar acerca de ciertas actitudes negativas que tomamos algunas veces tanto en nuestro espacio íntimo como cuando interactuamos con los demás, tomando en cuenta nuestra realidad como ciudadanos peruanos.
Caminas y apenas la gente se mira y si se miran lo hacen con indiferencia, cada uno anda en lo suyo. Ya no sabes que pensar ni que sentir. De pronto uno señala al otro y a otro y a otro: es el dedo acusador que echa la culpa sin asumir su propia responsabilidad. ¿Cuántas veces encontré situaciones así? Cuando los bailarines parecen darse la mano para ayudarse, uno de los dos termina en el suelo y el juego se repite interminable como una cadena de revanchas. Al centro aparece el niño observando este panorama que pasa por delante de sus ojos, de pronto saca una bolsa de caramelos, de pronto saca una bolsa de terocal, de pronto la oscuridad es total...
Una de las virtudes de la danza-teatro es la mezcla de códigos tanto a nivel corporal como a nivel gestual y en este sentido es interesante la incorporación de los códigos de barrio y los comportamientos urbanos agresivos que demuestran un trabajo de investigación de parte de los bailarines y del director, así como también la manera como han incorporado los pasos de nuestros bailes típicos a las coreografías, especialmente esos pasos de tondero y marinera que llevan un sello netamente peruano. Todo lo cual se ve reafirmado por la presencia actoral del niño que abre otro plano de significados.
Hay otras imágenes más que se escapan, como la relación de pareja que en esta ocasión interpretaron Melvin Quijada y Jackeline Quino, y también el solo de Verity Vélez de Villa cuyo dedo compulsivo llegó a desesperar a más de un espectador. Interesante la carga sexual que tienen ambas escenas sin llegar a ser tan explícitas. Ambas coreografías merecen una nota aparte.
Al final de la obra, los cuatro bailarines se limpian diversas partes del cuerpo con un pañuelo que es en realidad una banderita del Perú, imagen que me imagino habrá escandalizado a los más tradicionalistas y es que la obra es un cuestionamiento de nuestra llamada "tradición", y de las actitudes que encontramos a diario, imagen muy negativa de lo que somos por cierto, porque no soy de los que creen que así seamos todos nosotros, pero hay gente que sí y les gusta porque han aprendido a crecer de esa manera. En este sentido la obra es un paso importante para desaprender aquellas cosas y darnos cuenta de que no sirven de nada si queremos lograr una vida mejor.
Me llamó la atención que al final del espéctaculo los bailarines no salieran a recibir su aplauso. Como diría el director, era un poco rochoso que después de limpiarse el cuerpo con la bandera peruana salieran a que los aplaudan. A eso le llamo tocar carne: cuantas veces los peruanos terminamos aplaudiendo cosas que en el fondo eran una ofensa para todos nosotros, cuantas veces...
Cuatro personas echadas hacia un lado del escenario, uno intenta levantarse, el otro no lo deja, la interacción entre ellos es cada vez más violenta, se levantan con dificultad. Al otro lado del escenario, un niño desenreda los nudos de una bandera peruana que puede ser la de cualquier país. Todos quieren llegar, ninguno deja avanzar. Cada paso de uno implica un retroceso del otro. Cada avance de uno implica una lucha con el otro. Pausa. Respiras. La lucha es por dentro.
Para entonces la música ya te ha envuelto: Una muy buena mezcla compuesta de chelo, guitarra, cajón, voces, guapeos, y ritmos criollos que en el fondo son variaciones de temas tradicionales pero deformadas por efectos de sonido que le dan sentido y carga dramática a la obra.
Despiertas, te sientas, te vuelves a echar, te levantas, piensas, te mueves, respiras, te gana la pereza, no importa, igual estás vivo, ¿qué es estar vivo? Trabajar, descansar y darte tus gustos, al parecer de eso se trata la vida, ¿pero qué pasa contigo?
“Así somos todos ustedes” reza el título de este espectáculo de danza-teatro que presentó la agrupación “Se busca – Escena Independiente” bajo la dirección de Pepe Santana, en el Auditorio de la Municipalidad de San Isidro del 29 al 31 de mayo como parte de sus actividades para recaudar fondos en vistas a su próxima participación el V Festival Internacional de Danza Red Serpiente, con sede en la ciudad de Morelia, Michoacán (México).
La obra desarrolla la relación entre los espacios personales y los espacios sociales y nos invita a reflexionar acerca de ciertas actitudes negativas que tomamos algunas veces tanto en nuestro espacio íntimo como cuando interactuamos con los demás, tomando en cuenta nuestra realidad como ciudadanos peruanos.
Caminas y apenas la gente se mira y si se miran lo hacen con indiferencia, cada uno anda en lo suyo. Ya no sabes que pensar ni que sentir. De pronto uno señala al otro y a otro y a otro: es el dedo acusador que echa la culpa sin asumir su propia responsabilidad. ¿Cuántas veces encontré situaciones así? Cuando los bailarines parecen darse la mano para ayudarse, uno de los dos termina en el suelo y el juego se repite interminable como una cadena de revanchas. Al centro aparece el niño observando este panorama que pasa por delante de sus ojos, de pronto saca una bolsa de caramelos, de pronto saca una bolsa de terocal, de pronto la oscuridad es total...
Una de las virtudes de la danza-teatro es la mezcla de códigos tanto a nivel corporal como a nivel gestual y en este sentido es interesante la incorporación de los códigos de barrio y los comportamientos urbanos agresivos que demuestran un trabajo de investigación de parte de los bailarines y del director, así como también la manera como han incorporado los pasos de nuestros bailes típicos a las coreografías, especialmente esos pasos de tondero y marinera que llevan un sello netamente peruano. Todo lo cual se ve reafirmado por la presencia actoral del niño que abre otro plano de significados.
Hay otras imágenes más que se escapan, como la relación de pareja que en esta ocasión interpretaron Melvin Quijada y Jackeline Quino, y también el solo de Verity Vélez de Villa cuyo dedo compulsivo llegó a desesperar a más de un espectador. Interesante la carga sexual que tienen ambas escenas sin llegar a ser tan explícitas. Ambas coreografías merecen una nota aparte.
Al final de la obra, los cuatro bailarines se limpian diversas partes del cuerpo con un pañuelo que es en realidad una banderita del Perú, imagen que me imagino habrá escandalizado a los más tradicionalistas y es que la obra es un cuestionamiento de nuestra llamada "tradición", y de las actitudes que encontramos a diario, imagen muy negativa de lo que somos por cierto, porque no soy de los que creen que así seamos todos nosotros, pero hay gente que sí y les gusta porque han aprendido a crecer de esa manera. En este sentido la obra es un paso importante para desaprender aquellas cosas y darnos cuenta de que no sirven de nada si queremos lograr una vida mejor.
Me llamó la atención que al final del espéctaculo los bailarines no salieran a recibir su aplauso. Como diría el director, era un poco rochoso que después de limpiarse el cuerpo con la bandera peruana salieran a que los aplaudan. A eso le llamo tocar carne: cuantas veces los peruanos terminamos aplaudiendo cosas que en el fondo eran una ofensa para todos nosotros, cuantas veces...
LAS COSAS QUE SALEN DE LA CAJA…
Acerca de “Box” de Guillermo Castrillón
por Christian Villegas
Cometí el error de querer entender la obra la primera vez que la vi. Quería estar atento a cada movimiento y cada interacción con los elementos planteada por el director entre otras cosas de la puesta en escena como las luces, los textos, la música, el baile... Todo me pareció muy bacán, la obra fluía y estaba bien articulada... y sin embargo qué superficial me resultó esta vista.
Esa noche me acosté como a las 3 y nunca supe porque motivo me desperté a las 7:20 de la mañana con un feeling tremendo en todo el cuerpo, una sensación interior muy intensa sobretodo en el centro de mi pecho. Pensé que era el frío, pero por más que abrazaba mi almohada y me envolvía en las frazadas no dejaba de sentirla. Sí: la obra me había dado mucho más.
Mandé al tacho todo mi análisis y fui a verla por segunda vez. Me alegró saber que aunque mi cabeza estuvo en otra, una parte de mi no dejó de sentir aquel diálogo de emociones. No sé si atraído por este misterio fue que regresé, creo que no. Se trataba de un espectáculo que merecía verse una vez más.
De arranque los textos de Pachi volvieron a sonar en mis oídos, de pronto su voz era silenciada por la música que emergía de esa profundidad que daba pie al movimiento. Porque el movimiento es vida. No recuerdo en que momento me despegué del mundo real. Desperté cuando sentí una luz dándome en los ojos. Una luz proveniente de un espejo, un reflejo de una parte de ellas en cada uno de nosotros, un intento de comunicarnos algo.
¿Que eran esas cajitas? Quizás una parte de su mundo interior desde el cual respiraban, sentían, se emocionaban y en el cual también se escondían. Miedos, inseguridades, dilemas, fantasías... Desde esas imágenes de la niñez que construían un cuento en cada función hasta esas imágenes de la adolescencia que repasan las primeras fiestas y la época colegial. También los chocolates tan ricos que nadie sabe porque solo a algunas engorda. Sí, mejor esconder la cabeza dentro de la caja.
foto: Paul Mayca
Pero ¿para que esconderse? Es interesante el momento en que cada cual sentada sobre su propia caja encara de frente al público, casi al ras de la primera fila, tan solo separada de ella por las luces de los reflectores que impactan en los espejos de las cajas, como si cada una iluminara la escena con su propia luz. Ya no hay donde esconderse, a veces incluso no tienen nada que decir, tan solo miran al público buscando una complicidad con cada uno de sus mundos, buscando también el contacto entre ellas que van por el mismo camino. Una manera de decir: esto es lo que somos, esto es lo que sentimos, les guste o no, estén conmigo o no, eso no importa.
Hay un momento bien intenso cuando las cinco bailarinas interactúan en el centro apoyándose sobre sus cajas, los movimientos están cargados de riesgo, sin las otras, la del centro posiblemente caería, la que habla está aprendiendo, las demás son su apoyo, luego la del centro queda sola, las otras cuatro están ahí a escasa distancia paradas sobre su propia caja, pero la del centro no las ve porque la oscuridad las tapa. Son muchas las cosas que se sienten en ese momento viéndola hablar llena de miedo. Cuando las demás acuden dejando su propia caja para treparse a la de ella, la imagen se transforma en una vorágine de voces que se multiplican hasta estallar.
Como decía Pachi te queda un instante, un pequeño instante que te marca para toda la vida, una imagen, quizás un simple movimiento, y el proceso es tan largo para tan pocas funciones que a veces uno no sabe lo que deja en los demás, uno solo abre la cajita, y las cosas salen…
por Christian Villegas
foto: Yayo Lopez
Cometí el error de querer entender la obra la primera vez que la vi. Quería estar atento a cada movimiento y cada interacción con los elementos planteada por el director entre otras cosas de la puesta en escena como las luces, los textos, la música, el baile... Todo me pareció muy bacán, la obra fluía y estaba bien articulada... y sin embargo qué superficial me resultó esta vista.
Esa noche me acosté como a las 3 y nunca supe porque motivo me desperté a las 7:20 de la mañana con un feeling tremendo en todo el cuerpo, una sensación interior muy intensa sobretodo en el centro de mi pecho. Pensé que era el frío, pero por más que abrazaba mi almohada y me envolvía en las frazadas no dejaba de sentirla. Sí: la obra me había dado mucho más.
Mandé al tacho todo mi análisis y fui a verla por segunda vez. Me alegró saber que aunque mi cabeza estuvo en otra, una parte de mi no dejó de sentir aquel diálogo de emociones. No sé si atraído por este misterio fue que regresé, creo que no. Se trataba de un espectáculo que merecía verse una vez más.
De arranque los textos de Pachi volvieron a sonar en mis oídos, de pronto su voz era silenciada por la música que emergía de esa profundidad que daba pie al movimiento. Porque el movimiento es vida. No recuerdo en que momento me despegué del mundo real. Desperté cuando sentí una luz dándome en los ojos. Una luz proveniente de un espejo, un reflejo de una parte de ellas en cada uno de nosotros, un intento de comunicarnos algo.
¿Que eran esas cajitas? Quizás una parte de su mundo interior desde el cual respiraban, sentían, se emocionaban y en el cual también se escondían. Miedos, inseguridades, dilemas, fantasías... Desde esas imágenes de la niñez que construían un cuento en cada función hasta esas imágenes de la adolescencia que repasan las primeras fiestas y la época colegial. También los chocolates tan ricos que nadie sabe porque solo a algunas engorda. Sí, mejor esconder la cabeza dentro de la caja.
foto: Paul Mayca
Pero ¿para que esconderse? Es interesante el momento en que cada cual sentada sobre su propia caja encara de frente al público, casi al ras de la primera fila, tan solo separada de ella por las luces de los reflectores que impactan en los espejos de las cajas, como si cada una iluminara la escena con su propia luz. Ya no hay donde esconderse, a veces incluso no tienen nada que decir, tan solo miran al público buscando una complicidad con cada uno de sus mundos, buscando también el contacto entre ellas que van por el mismo camino. Una manera de decir: esto es lo que somos, esto es lo que sentimos, les guste o no, estén conmigo o no, eso no importa.
Hay un momento bien intenso cuando las cinco bailarinas interactúan en el centro apoyándose sobre sus cajas, los movimientos están cargados de riesgo, sin las otras, la del centro posiblemente caería, la que habla está aprendiendo, las demás son su apoyo, luego la del centro queda sola, las otras cuatro están ahí a escasa distancia paradas sobre su propia caja, pero la del centro no las ve porque la oscuridad las tapa. Son muchas las cosas que se sienten en ese momento viéndola hablar llena de miedo. Cuando las demás acuden dejando su propia caja para treparse a la de ella, la imagen se transforma en una vorágine de voces que se multiplican hasta estallar.
Se que hay cosas que se me están escapando, como la coreografía inicial que cada una hace con su caja por separado o aquel momento en que cada bailarina sentada sobre su cajita observa su vientre mientras Pachi camina en primer plano, o aquella torre de cajas que construye Cristina mientras las otras bailan, cuantas cosas sentirán en ese momento, cuántas cosas pensarán, cuántas cosas no comprenderé como hombre porque estoy seguro que han dicho mucho más cosas de las que aquí estoy apuntando.
Como decía Pachi te queda un instante, un pequeño instante que te marca para toda la vida, una imagen, quizás un simple movimiento, y el proceso es tan largo para tan pocas funciones que a veces uno no sabe lo que deja en los demás, uno solo abre la cajita, y las cosas salen…
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