miércoles, 8 de julio de 2009

PINA BAUSCH

por Christian Villegas

Descansa en paz pequeña Pina
Philippine Bausch (Solingen, 27 de julio de 1940 - Wuppertal, 30 de junio de 2009)

Pina Bausch, una de las principales propulsoras del teatro-danza en Europa, considerada como la mejor coreógrafa del siglo XX y como una de las figuras más destacadas de la danza internacional contemporánea, nos dejó el pasado 30 de junio a los 68 años producto de un cáncer fulminante diagnosticado tan solo cinco días antes.

La muerte la cogió cuando se encontraba preparando junto con el director de cine Wim Wenders la que sería la primera danza en tres dimensiones, un proyecto llamado "Pina".

El 12 de junio acababa de estrenar en el Wuppertaler Opera House su último trabajo basado en una introspección al pasado de Chile, realizada en co-producción con el Instituto Goethe de ese país. Dicha obra se presentará en la próxima edición del Festival Santiago a Mil, durante la conmemoración del Bicentenario de la independencia chilena, en enero de 2010. La obra incluye música de Víctor Jara, Violeta Parra y otros artistas entre los que destaca Jean Pierre Magnet.

Trayectoria
«Empecé a bailar porque tenía miedo a hablar»

Pina Bausch inicia sus estudios en 1955, a los 14 años de edad, en la Folkwangschule de Essen, la cual estaba dirigida por el coreógrafo expresionista alemán Kurt Jooss (Wasseralfingen, 1901 - Heilbroom, 1979).

En 1958 se gradúa en danza escénica y pedagogía de la danza y en 1959 obtiene una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), que le permitió perfeccionarse en EE.UU. durante tres años. Allí fue estudiante especial en la Juillard School of Music de Nueva York, donde tomó clases con José Limon y Anthony Tudor. Durante su estancia en Nueva York, bailó para diversas compañías entre las que destacan el New American Ballet y el Metropolitan Opera Ballet.

En 1962 regresa a Alemania invitada a trabajar como solista en el recién fundado Folkwang Ballett, bajo la dirección de Kurt Jooss. El nuevo ensamble pronto es aclamado internacionalmente. Durante diez años baila como solista, codirige la compañía, enseña en la escuela y firma sus primeras coreografías, llegando a recibir propuestas de las más importantes compañías europeas para continuar su carrera.

A pesar del éxito mundial, que le abrió las puertas de los grandes teatros, Pina Bausch decide quedarse en su país y bailar ya no por la hermosa apariencia de la danza, sino para adentrarse en una exploración existencial y encontrar una forma adecuada de representación escénica. Es así que en 1973, acepta la propuesta de Arno Wüstenhöfer, director de la Ópera de Wuppertal, para ser la coreógrafa del Ballet de la Ópera y asumir la dirección de su propia compañía, el Tanztheater Wuppertal, que sobrevive hasta la actualidad.

Aquella mujer bajita y delgada ha recibido cerca de 60 premios y distinciones desde su primera coreografía, titulada "Fragmento" (1968). También ha aparecido en las películas "E la nave va" (1982) de Federico Fellini y "Hable con ella" (2001) de Pedro Almodóvar.

Estética
«La danza no parte de un texto existente, emerge de un juego de experiencias que consiste, en el fondo, en reconocer algo todavía desconocido. O incluso: dejar que aflore alguna cosa que sabe el cuerpo, pero que las conveniencias sociales y morales han podido reprimir».

Las obras de Pina Bausch no siguen una progresión lineal. Se construyen más bien a partir de una serie de episodios que rompen con los esquemas convencionales de la representación escénica. Pequeños dramas e historias colectivas pasan a convertirse en un collage escénico donde múltiples acciones simultáneas son confrontadas con el público que participa de un espectáculo cuyo trabajo artístico tanto a nivel de música como de escenografía merece siempre destacarse.

Sus primeras obras, basadas en fragmentos de piezas musicales y en grandes textos de la literatura mundial, son cuestionadas hasta por sus propios bailarines quienes no entendían que la Bausch quería expresar en movimientos lo que ya no puede mostrarse con las palabras, siempre bajo la influencia de la modern dance clásica heredada de su maestro Kurt Jooss. De esta primera etapa destacan las obras Iphigenie auf Tauris (1974), Ich bring dich um die Ecke... / Adagio - Fünf Lieder von Gustav Mahler (1974) y Orpheus und Eurydike (1975).

Su primer gran éxito, que determinaría también la evolución de su lenguaje escénico, llega en 1975 con la obra Frühlingsopfer (1975) basada en "La consagración de la primavera" de Stravinsky, pieza musical que se convertiría en la base de las audiciones para todos los bailarines que deseaban formar parte de la compañía.

A partir de aquí Bausch da paso a imágenes visionarias de una fuerza inusual para la época. La puesta en escena de la explotación del hombre por el hombre, la violencia contra la mujer, la indiferencia de la colectividad frente al individuo, la necesidad de ser amados u odiados, la manera como nos convertimos en víctimas o victimarios, y la víctima obligada al sacrificio en representación de los demás, generan en el público un shock de reconocimiento porque apuntan a las raíz del subconciente al mostrar aquellos comportamientos humanos agresivos y potencialmente destructivos, latentes en nuestra naturaleza humana.

Die sieben Todsünden (Los siete pecados capitales, 1976), basada en música de Kurt Weil y textos de Bertolt Brecht; Blaubart (Barbazul, 1977), basado en una ópera de Béla Bartók; Komm tanz mit mir (Ven, danza conmigo, 1977), donde se va acentuando cada vez más el tema de la batalla entre los sexos y sus modelos de seducción y agresión litúrgicos; son las obras más características de esta etapa.

Café Müller (1978), su obra más autobiográfica y más conocida, es quizás el punto a partir del cual la artista aborda temas más personales para mostrarnos trabajos cargados de ternura y cruda humanidad. En Café Müller Pina evoca el café que su padre tenía en la región renana de Solingen donde pasó su infancia, refugiada bajo las mesas y observando el mundo desde abajo sin ser vista. Fue el encuentro de Pina Bausch con la pequeña niña que habitaba dentro de ella.

Curiosamente, Café Müller es el único trabajo del Tanztheater Wuppertal en el que Pina Bausch baila. La obra hace incapié en la imposibilidad de la comunicación entre los seres humanos y la posibilidad de la comunicación de un mensaje a través del cuerpo que las palabras apenas permiten vislumbrar.

A Café Müller le sigue Kontakthof (Patio de contacto, 1978), una obra basada en la gestualidad del comportamiento cotidiano, tanto en lo íntimo como en lo social, algo que la directora ya venía trabajando y que sería el sello de sus obras posteriores. Kontakthof sería repuesta en el 2000 con personas mayores de 65 años y en el 2008 con adolescentes a partir de los 14 años, manteniéndose siempre fiel a la obra original que trata de los desesperados intentos de acercamiento entre las personas y de la frágil línea que separa la ternura de la brutalidad.

A partir de allí sus imágenes se hacen cada vez más poéticas y muestran al mismo tiempo una ironía cargada de una profunda inocencia. En Arien (1979), por ejemplo, los bailarines danzan sobre un piso lleno de agua donde además aparece un hipopótamo en medio de una escena elegante, en Keuschheitslegende (1979) aparece ¡un cocodrilo!

A estas obras le siguen 1980 (1980), Bandoneon (1980), Walzer (1982) y Nelken (1982), esta última ligada a la muerte de su primer esposo, Rolf Borzik, acontecida en 1980 (muchos recordarán la imagen de la mujer que camina sobre un mar de claveles tocando un bandoneón). Es con él (como más tarde con Peter Pabst) con quien empieza a crear sus majestuosos decorados.

Viktor (1986), otra de sus obras más emblemáticas, es la que de alguna manera cierra esta etapa de exploración más personal. Su película Die Klage der Kaiserin (El lamento de la emperatriz, 1989) resume gran parte de su trabajo hasta esta época.

Desde fines de los 80´s la compañía desarrolla co-producciones en colaboración con las instituciones de las ciudades a las cuales visita, empapándose del ambiente local, su gente, su música, su luz y sus imágenes por un período de residencia que dura cerca de un mes. Fruto de estas experiencias son las obras Palermo, Palermo (1989), de una visita a Sicilia; Tanzabend II (1991) de una visita a Madrid; Danzón (1995) de una visita a Buenos Aires; Nur Du (Solamente tú, 1996), basado en la vida nocturna de la ciudad de Los Angeles; Der Fensterputzer (El limpiador de ventanas, 1997), creado a partir de una residencia en Hong Kong justo en el momento en que se preparaba la devolución de la colonia inglesa a la República China; Masurca Fogo (1998), de una visita a Lisboa; Wiesenland (2000), de una visita a Budapest; Água (2001), desarrollada con el Goethe Institut de Sao Paulo, cuya banda sonora incluye un tema de Javier Lazo interpretado por Susana Baca; Nefés (2003), de una estancia en Estambul; Ten Chi (2004) de una etapa en Saitama y Tokio; y Rouge Cut (2005) de una estancia en Seúl, por citar algunos ejemplos.

Más que hacer ser piezas sobre una determinada ciudad, lo que busca Pina Bausch es mostrar una visión mucho más luminosa y lírica, tan cotidiana para el que reside en dicha ciudad, pero a la vez tan peculiar para el viajante que la visita desde afuera, lejos ya de la negrura desesperada de sus primeras obras, para mostrar la belleza que hay en la vida.

La recepción de sus obras siempre es objeto de controversia ya que obligan al público a confrontarse con el lado más íntimo de su condición humana: temas como el amor, la muerte, la angustia, la nostalgia, la tristeza, la soledad, la frustración, el terror, la crueldad, la desesperación, la alegría, la identidad, son mostrados de una manera cruda y directa. Los bailarines saben que trabajar para Pina es estar dispuestos a desnudar sus defectos y a confrontar sus miedos, deseos, complejos y, en suma, su propia vulnerabilidad, siempre dispuestos a tomar riesgos. Resulta curioso que ellos no guarden relación alguna con el ideal de belleza que fomenta la publicidad y que sean de diferentes razas, países y escuelas. Como dice la misma Pina: «No me interesa el movimiento. Me interesa lo que mueve a las personas. No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve».

Vollmond (2006), uno de sus últimos trabajos, es una pieza cargada de poesía donde los bailarines asumen el reto de bailar sobre un escenario donde cae la lluvia.

«La vida jamás es como una pista de baile, lisa y tranquilizadora. Me gusta la experiencia de la naturaleza con relación al baile. El paso de un bailarín sobre la hierba o sobre la tierra fresca es completamente diferente: su modo de ser y de moverse es conmovedor.»

Gracias maestra, descansa en paz.