jueves, 5 de noviembre de 2009

Mónica Silva - primera parte

"Corpus Breve"/ Foto: Javier Gamboa

Por Christian Villegas

¿Para qué es la entrevista?

Bueno, es para brindarles un espacio a directores y coreógrafos para que expresen lo que sienten respecto a la danza y también para que hablen acerca de las cosas que han ido aprendiendo en el camino a las nuevas generaciones que van surgiendo.

A mi me encanta pensar sobre la danza, me encanta hablar sobre ella, me encanta... estira pero agacha, sube pero baja... todo el rato es estar en el punto medio y creo que es también una filosofía de vida, de cómo no es que estás llegando, no es que estás buscando la felicidad, sino que estás en felicidad. Y en infelicidad al mismo tiempo. No hay ningún estado ideal ni ningún estado desastroso y cuando crees que estás en un estado ideal entonces estás fregada porque mañana te caes. Es como el ejercicio de aprender a convivir con estar en un punto medio. Y me da risa cuando lo veo o cuando voy a dictar clases y digo: "tienes que caer pero tienes que pensar en que tu cabeza también está arriba", entonces, es la oposición, ¿no? Desde q tienes q inhalar para exhalar, de cómo para ir ahí tengo que ir hacer esto para ir ahí. Es un ciclo de dos caras.

El otro día una amiga que hace registro de video me decía: "Cuando tú haces tu obra no solamente piensas en la iluminación de la escena sino también en la iluminación del registro porque eso finalmente es lo que va a quedar". Porque la escena como es efímera... entonces no necesariamente vas a hacer las iluminaciones para el video pero... Es de las dos pues ¿no? Tiene su belleza también el desapego de hacer cosas que no... Es ingrato, pero al mismo tiempo cuando lo haces es tan mágico, tan que está ahí y no se va a repetir... Y al mismo tiempo como que tú en danza ensayas tanto tiempo y bailas tan poquito... Igual es otro ejercicio de desapego... Un ejercicio de encontrarle valor a cada pequeñita cosa que hay en el camino. Una práctica.

¿Cómo así entraste al mundo de la danza?
Hay una anécdota... yo no sé que tan trascendente es esa anécdota, pero en términos prácticos, es mi iniciadora en el movimiento. Cuando estaba en la universidad, en segundo ciclo en la Católica, mi profesora de psicología tenía un taller de arte para niños, entonces me llamó a practicar con ella y me pagó con clases de danza. Yo tenía 17 años y una de las particularidades es que ella era psicóloga, entonces todo el taller de verano que hicimos tenía una exploración de quien soy y comprenderás que a una adolescente ponerla a preguntarse quien eres y engancharla en proceso con la creación es una experiencia muy potente. Y más que una técnica de movimiento eran cosas de expresión que han marcado bastante que tipo de danza me gusta hacer: más expresiva. Porque me enseñó una forma de relacionarme con el movimiento, más allá de cuan riguroso científicamente era el método que estaba aplicando. Iba por el lado de: "La relación con el movimiento pasa con una relación con quién eres". Entonces a los 17 años encontré una vía de exploración, de búsqueda de expresión... nunca más lo pude dejar. No era como un entrenamiento físico. Yo nunca entré a la danza como un entrenamiento físico. Eso me ha permitido moverme dentro de la danza en distintas áreas, no solamente como bailarina. La danza nunca ha dejado de estar en mi vida pero no es que en todos esos años he estado "moviéndome" necesariamente. Incluso ahorita es un tiempo en el que estoy entrenando poco y no me molesta. Me gusta que venga la necesidad y no simplemente moverse por inercia... Ya me fui a otro lado. (risas)

Has trabajado con varios directores, tanto aquí como en E.E.U.U. ¿Qué cosas descubriste con cada uno de ellos?
Mira, son VARIAS ETAPAS y en realidad no solo cambia el director y el estilo y la metodología del director sino cambia en qué momento de la vida estás. Mi primera coreografía me la dirigió esta persona de la que te hablaba en mis inicios. Luego comencé a trabajar con Rossana Peñaloza en Pata de Cabra. Allí no hice montajes, hice más muestras y en realidad esa época fue un poco frustrante porque en este proceso en que tu vas reafirmándote y encontrándote como bailarina tienes distintos modelos a seguir, ¿no? Entonces fue una época muy fuerte de conflicto en relación a mi cuerpo. Era un drama no ser flaca, era época de hacer dietas, de sudar frío cada vez que tenía que ponerme un vestuario. Todo mi proceso de creación era bien estresante y con mucha inseguridad respecto a mi cuerpo.

Me fui de viaje y estuve 4 años en Nueva York donde tuve muchos directores. Qué característica tiene Nueva York, es que como va tan rápido, las producciones son muy pequeñas, entonces son rápidas. En una Escuela en la que estudiaba había unos seminarios, Performance Studies Workshop, que en dos semanas armas una coreografía. Entonces dentro de lo coreográfico aprendí mucho. Estaba en un speech de ser una esponja y los directores de Nueva York eran muy orientados hacia el cuerpo. Incluso cuando también dirigí en Nueva York había mucha frustración en la comunicación de la relación entre la emoción y el movimiento. No había ese nexo, que por un lado era útil para mi, porque despersonalizaba toda la carga emotiva que yo traía de las relación entre mi cuerpo y mi identidad y la frustración de mi cuerpo. Allí era un cuerpo más, no interesa si es gordo, flaco, chico o grande, simplemente el paso es en esta dirección y es en este giro y se acabó. Y Nueva York era un lugar en el que el anonimato podías leerlo como indiferencia pero al mismo tiempo como un estado de libertad, de poder ser cualquiera, y entrar y salir. Había mucha diversidad cultural y si aguantabas poder ser un cuerpo y no Mónica, está muy bien. Entonces en Nueva York siento que fui un cuerpo. Aprendí un montón siendo un cuerpo.

"Platos Rotos"/ foto: Javier Ponce
Cuando regresé de Nueva York fue un retorno bien duro, muy duro. Porqué regresé, no tengo idea, pero creo que una de las cosas más fuertes era la soledad que era muy dura. Trabajabas todo el día, TODO el día, de lunes a domingo y era muy fuerte. Cuando regresé a Perú, apenas llegué, volví a trabajar con Mirella Carbone. Con Mirella tengo toda una relación que era de ser su asistente, asistente no en el sentido que tengo una injerencia en la dirección del asunto, simplemente soy la chulilla que ayuda en lo que pueda y observo todos los ensayos y veo el proceso. Y con Mirella de alguna u otra manera siempre tuve por ahí alguna relación con expresiones. Y allí es cuando te digo esta cuestión de los momentos de vida y los directores. Cuando en el 2004 hice "Platos rotos" con Mirella, yo siento que todavía no estaba ni aquí ni allá, era como un momento de transición. Todavía digo: "Pobre Mirella, cómo ha sufrido conmigo" porque yo creo que estaba muy inmadura todavía como para haberle entregado más. Porque con Mirella no es necesariamente una creación colectiva, pero sí tienes que mostrar el material. Ella manda tareas y tú tienes que arrojar el material y luego ella lo va componiendo. Entonces en esa parte siento que yo no fui lo suficientemente rigurosa.

De ahí ha venido todo un período en que yo he estado dirigiendo cosas. Han sido como tres años donde más que dejarme dirigir por otros, decido hacer yo mis propias producciones. Hacía bastantes solos y trabajaba con Kike Gamboa quien fue alguien quien me acompañó mucho en ese tiempo. Todo dentro de este proceso de aterrizaje forzoso a Lima. Fue fuerte.

Y de allí en el verano del 2008 apareció Guillermo Castrillón e hicimos "Box" con las chicas y las chicas pues son mis partners y ahhh para mi fue "Papa Noel llegó a la casa" de poder bailar con ellas. Seguí con Guillermo Castrillón, que yo le llamo Guillermo Pastrulón, un loco de mierda, pero (risas) con Guillermo es una delicia porque... naaa, todo tiene su pro y su contra, ¿no? Porque Guillermo es muy denso, es una persona que le gusta trabajar en los dolores, en los sufrimientos, es su tema: le gusta hurgar en el sufrimiento humano. Entonces si tú no te contienes a ti misma y estableces bien tus barreras, puede ser muy desgastante. Yo siento que hasta ahora he llevado bien la fiesta y es como que Guillermo me pone estas fichas con las que puedo jugar y luego me dice "juega, haz lo que quieras", y me pone la música y eso sale. Entonces es un director que me permite dirigirme a mi misma y hacer mi propia improvisación. A mi me encanta improvisar, entonces me permite tener cierta autonomía en la creación, me da mucho espacio para una creación, pero al mismo tiempo el espacio grande también a veces hace que no hayan contenciones, ¿no? entonces como que... ya... pero a dónde va esto? ¿No? Igual es un ejercicio de cómo vas madurando y como te ubicas en el rol que estás ejerciendo en este momento. Entonces si él está dirigiendo, tú estás en el rol de ser dirigida, no tienes porque pasarte al rol de director, a cuestionar sus decisiones de dirección. Si has aceptado ser dirigida, acepta y adáptate a ese rol.

Y luego está Pachi que es el otro extremo porque Pachi es super rigurosa, es muy rigurosa, es la disciplina pura, entonces yo digo es "Pachi Limón" porque nos exprime y es muy bacán porque te reta en otro aspecto que es el aspecto técnico, ¿no? Y ya, ahorita estoy simplemente con ganas de ubicarme, de ser dirigida y aprender desde allí, aprender a que me digan que hacer y yo aportar en el espacio que me dejen. Es paja.

De las cosas que has hecho, ¿qué te gustaría volver a montar?
"Box". Me muero de ganas de hacer "Box". Haría también "Mujeres que habitan en mi". Esas dos. Igual tengo una que hice que se llama "Zapatillas rojas" que fue una de mis primeras coreografías, que fue muy chiquitita, fueron 6 minutos e increíblemente es una coreografía que mucha gente recuerda y la hice en el 2000. Esa coreografía tiene su lugarcito allí en mi corazón.

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